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BREVE HISTORIA DE LA DECLARACIÓN DE LA INDEPENDENCIA DE ISRAEL

Actualizado: 8 may


Muro de los Lamentos de noche
Muro de los Lamentos de noche

El 14 de mayo de 1948, en Tel Aviv, en la Casa de la Independencia de la calle Rothschild 16, David Ben-Gurión se puso de pie frente al Consejo del Pueblo. Con voz firme y mirada encendida, leyó la Declaración de Independencia del Estado de Israel. No era solo un acto político; era el cumplimiento de un anhelo milenario, un momento cargado de historia, dolor, redención y profecía. Aquel día, el pueblo judío, disperso por el mundo durante casi dos mil años, volvía a ser soberano en su antigua patria.

El pueblo de Dios, Israel, ha estado en lo que se conoce como diáspora durante casi 2000 años hasta que de forma milagrosa, el Señor les permitió regresar a su tierra, repoblarla y Judea volvió a reverdecer.

Te contamos la historia de la declaración de la independencia de Israel con todo lo que necesitas saber para entender este evento. Al final, tienes el texto original de la declaración de la independencia en español.


El regreso de una esperanza milenaria

Desde la destrucción del Segundo Templo en el año 70 d.C. por los romanos y la posterior diáspora, el pueblo judío nunca dejó de soñar con su regreso a Eretz Israel. En cada generación, a pesar del exilio, las persecuciones y los pogromos, se mantuvo viva la promesa: "El próximo año en Jerusalén". Los profetas habían hablado de este retorno: “Y os recogeré de todas las tierras... y os daré la tierra de Israel” (Ezequiel 11:17). Esa esperanza atravesó siglos, idiomas y culturas, hasta que en el siglo XIX comenzó a materializarse.



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El movimiento sionista y Theodor Herzl

La modernidad trajo consigo un nuevo y agresivo antisemitismo, incluso en países europeos ilustrados. Theodor Herzl, periodista vienés, comprendió que la seguridad del pueblo judío solo podía garantizarse mediante la creación de un Estado propio. En 1896 publicó Der Judenstaat y al año siguiente convocó el Primer Congreso Sionista en Basilea, donde se sentaron las bases ideológicas y diplomáticas del renacimiento nacional. Herzl escribió en su diario: “En Basilea fundé el Estado judío… quizás en cinco años, ciertamente en cincuenta, todos lo verán”.



Del Mandato Británico al estallido bélico

Tras la Primera Guerra Mundial, el Mandato Británico sobre Palestina fue aprobado por la Liga de las Naciones, reconociendo la conexión histórica del pueblo judío con esa tierra. La Declaración Balfour de 1917 había manifestado ya el apoyo británico a un hogar nacional judío en Palestina. Sin embargo, a medida que aumentaba la inmigración judía, también crecía la resistencia árabe.

Las revueltas árabes de 1920, 1929 y especialmente de 1936-1939 estuvieron marcadas por masacres como la de Hebrón y Safed. Los británicos respondieron con restricciones severas a la inmigración judía justo cuando más se necesitaba: en la víspera del Holocausto, durante el cual seis millones de judíos fueron exterminados en Europa.



El papel decisivo del Haganá y la resistencia judía

Durante estos años, y especialmente en la década de 1930, surgieron organizaciones de defensa como el Haganá (1920), que luego se convertiría en el núcleo de las Fuerzas de Defensa de Israel (Tsahal). También operaban otros grupos como el Irgún y Leji, que adoptaron tácticas más agresivas contra el dominio británico.

El Éxodo 1947, barco con refugiados judíos del Holocausto que fue rechazado por los británicos, se convirtió en símbolo de la lucha por el derecho al retorno. El mundo comenzaba a tomar conciencia de que el pueblo judío necesitaba no solo un refugio, sino un Estado.



La resolución de la ONU y la guerra por la existencia

El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 181, que proponía la partición del Mandato en un Estado judío y otro árabe. Los judíos aceptaron; los árabes, no. Inmediatamente estalló una guerra civil en el territorio, con ataques árabes a comunidades judías y duros combates entre milicias.

Entre las batallas previas a la independencia destacan:

  • La batalla de Jerusalén, donde las fuerzas del Haganá lucharon desesperadamente para abrir el camino hacia la ciudad sitiada.

  • El asedio de Gush Etzion, donde los kibutzim al sur de Jerusalén fueron arrasados y sus defensores, masacrados días antes de la independencia.


La proclamación y la guerra de independencia (1948-1949)

Al día siguiente de la proclamación, el 15 de mayo de 1948, cinco ejércitos árabes (Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Irak) invadieron el recién nacido Estado. Comenzó así la Guerra de Independencia, que duró hasta 1949. Fue una guerra existencial: mal armados y superados en número, los judíos resistieron y ganaron.

Batallas clave:

  • Operación Nachshón, que rompió el cerco a Jerusalén.

  • Batalla del Neguev, que aseguró el sur del país.

  • Batalla de Latrún, donde cientos de soldados cayeron para mantener abierta la ruta a Jerusalén.

Israel no solo sobrevivió, sino que amplió su territorio más allá de lo previsto por la ONU. Más de 6000 israelíes murieron: el 1% de la población.



El nacimiento de Tsahal: Ejército del Pueblo

El 26 de mayo de 1948 se fundaron oficialmente las Fuerzas de Defensa de Israel (Tsahal), integrando a todas las milicias bajo un solo mando. El ejército se convirtió en un símbolo de unidad nacional y en garantía de supervivencia. Tsahal se consolidó con valores éticos, disciplina y una clara conciencia histórica: no se repetiría el desamparo de los tiempos del exilio.



El cumplimiento de las profecías: de la dispersión al renacer nacional

La proclamación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948 no fue simplemente el resultado de un proceso político moderno, sino la culminación de una esperanza profética milenaria, tejida en las páginas de las Escrituras y grabada en el alma del pueblo judío.

Desde la destrucción del Segundo Templo y el exilio a manos del Imperio Romano, el pueblo judío mantuvo viva la promesa del retorno. No se trataba de un anhelo idealista, sino de una certeza espiritual alimentada por las palabras de los profetas. A lo largo de los siglos, en cada rincón del mundo, las oraciones judías concluían con la misma frase: “El próximo año en Jerusalén”. Esa oración era un acto de fe en las promesas divinas.

El profeta Ezequiel escribió en un tiempo de exilio y desesperanza:

“Así ha dicho el Señor Dios: He aquí que yo tomaré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde fueron, y los recogeré de todas partes, y los traeré a su tierra. Y haré de ellos una sola nación en la tierra” (Ezequiel 37:21-22).

Esta profecía, junto con la famosa visión del valle de los huesos secos (Ez. 37:1-14), es interpretada por muchos como una visión del renacimiento físico y espiritual del pueblo judío. Aquellos huesos secos representaban a un pueblo sin tierra, sin ejército, sin esperanza. Pero Dios les prometía aliento de vida y restauración en su propio suelo.

El profeta Isaías, siglos antes, también habló de un retorno repentino e inesperado:

“¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vio tal cosa? ¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez? Pues en cuanto Sion estuvo de parto, dio a luz sus hijos” (Isaías 66:8).

Este versículo ha sido citado innumerables veces en relación con el 14 de mayo de 1948, cuando una nación efectivamente “nació en un solo día”. El cumplimiento literal de esta profecía dejó atónitos no solo a creyentes judíos, sino también a millones de cristianos evangélicos y otros lectores de la Biblia en todo el mundo.

El profeta Amós, en una nota de cierre triunfante, anunció:

“Los plantaré en su tierra, y nunca más serán arrancados de la tierra que les di, dice el Señor tu Dios” (Amós 9:15).

Este versículo resuena con especial fuerza en los sobrevivientes del Holocausto, que vieron en el renacimiento de Israel no solo un refugio físico, sino la confirmación de que el pacto eterno no había sido roto.

La profecía y la identidad nacional

La narrativa bíblica no solo inspiró a los pioneros del sionismo religioso, sino que también moldeó el lenguaje de la Declaración de Independencia, donde se hace referencia a la “Tierra de Israel” como la cuna histórica del pueblo judío. Incluso David Ben-Gurión, un líder laico y socialista, hablaba frecuentemente del Tanaj como “el documento fundacional del pueblo de Israel” y citaba las profecías como parte de la legitimidad espiritual del Estado.

El establecimiento del Estado de Israel no anuló las Escrituras; al contrario, las confirmó ante los ojos de las naciones, como una señal de que la historia del pueblo judío es inseparable del relato bíblico.


Cuando la historia y la profecía se abrazan

La Declaración de Independencia del Estado de Israel no fue un acto aislado ni una simple consecuencia del sionismo moderno. Fue el punto de convergencia entre la historia milenaria del pueblo judío, los acontecimientos geopolíticos del siglo XX y las promesas eternas de las Sagradas Escrituras.

Desde las lágrimas del exilio babilónico hasta el humo de los crematorios en Europa, desde los pioneros que drenaron los pantanos hasta los soldados que defendieron su derecho a existir, cada etapa del retorno a la Tierra de Israel parece responder a una narrativa superior, escrita no solo por hombres, sino también por el Dios de Israel.


Los fundadores del Estado enfrentaron desafíos monumentales: persecución, guerras, embargo de armas, presión internacional y oposición árabe. Y sin embargo, en medio de la oscuridad, floreció una nación, como Isaías lo había anunciado, “en un solo día”.

Hoy, Israel no solo es un país entre otros. Es un testimonio viviente de la fidelidad de Dios a sus promesas y un símbolo de esperanza para todos los pueblos que buscan redención y justicia. La historia moderna del Estado judío es una página nueva en un libro milenario que aún se está escribiendo. Como declaró el profeta Jeremías:

“He aquí que vienen días, dice el Señor, en que no se dirá más: ‘Vive el Señor que sacó a los hijos de Israel de la tierra de Egipto’, sino: ‘Vive el Señor que sacó y trajo a la descendencia de la casa de Israel de la tierra del norte y de todas las tierras a donde los había arrojado’; y habitarán en su tierra” (Jeremías 23:7-8).

La historia de Israel —entrelazada con el dolor, la esperanza y la promesa— sigue siendo un faro profético en el escenario de las naciones. Su existencia, contra todo pronóstico, no es solo un milagro moderno, sino también una señal eterna.


David Ben-Gurión leyendo la declaración de la independencia.
David Ben-Gurión leyendo la declaración de la independencia.



Te invitamos a leer el texto de la declaración de la Independencia de Israel, el 14 de mayo de 1948 en Tel Aviv.


MEGUILAT HA'ATZMAUT


La Tierra de Israel fue la cuna del pueblo judío. Aquí se forjó su identidad espiritual, religiosa y nacional. Aquí logró por primera vez su soberanía, creando valores culturales de significado nacional y universal, y legó al mundo el eterno Libro de los Libros.


Luego de haber sido exiliado por la fuerza de su tierra, el pueblo le guardó fidelidad durante toda su Dispersión y jamás cesó de orar y esperar su retorno a ella para la restauración de su libertad política.


Impulsados por este histórico y tradicional vínculo, los judíos procuraron en cada generación reestablecerse en su patria ancestral. En los últimos decenios retornaron en masa. Pioneros, maapilim y defensores hicieron florecer el desierto, revivieron el idioma hebreo, construyeron ciudades y pueblos, y crearon una sociedad pujante, que controlaba su economía y cultura propias, amante de la paz, pero capaz de defenderse a sí misma, portadora de las bendiciones del progreso para todos los habitantes del país, que aspira a la independencia y a la soberanía.


En el año de 5657 (1897), respondiendo al llamado del padre espiritual del estado judío, Teodoro Herzl, se congregó el Primer Congreso Sionista que proclamó el derecho del pueblo judío a la restauración nacional en su propio país.


Este derecho fue reconocido en la Declaración Balfour del 2 de noviembre de 1917 y reafirmado en el mandato de la Liga de las Naciones que, específicamente sancionó internacionalmente la conexión histórica entre el pueblo judío y Eretz Israel y al derecho del pueblo judío de reconstruir su Hogar Nacional.


La catástrofe que recientemente azotó al pueblo judío - la masacre de millones de judíos en Europa - fue otra clara demostración de la urgencia por resolver el problema de su falta de hogar, restableciendo en Eretz Israel el Estado Judío, que habrá de abrir las puertas de la patria de par en par a todo judío y conferirle al pueblo judío el status de miembro con igualdad de derechos en la familia de las naciones.


Sobrevivientes del holocausto nazi en Europa, como también judíos de otras partes del mundo, continuaron inmigrando a Eretz Israel superando dificultades, restricciones y peligros, y nunca cesaron de exigir su derecho a una vida de dignidad, de libertad y de trabajo en su patria nacional.


Durante la Segunda Guerra Mundial, la comunidad judía de este país contribuyó con todas sus energías en la lucha de las naciones amantes de la libertad y la paz en contra la iniquidad nazi, y, por la sangre derramada por sus soldados y el esfuerzo bélico desplegado, le valieron el derecho de contarse entre los pueblos que fundaron las Naciones Unidas.


El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución que disponía el establecimiento de un estado judío en Eretz Israel. La Asamblea General requirió de los habitantes de Eretz Israel que tomaran en sus manos todas las medidas necesarias para la implementación de dicha resolución. Este reconocimiento por parte de las Naciones Unidas sobre el derecho del pueblo judío a establecer su propio estado es irrevocable.


Este derecho es el derecho natural del pueblo judío de ser dueño de su propio destino, con todas las otras naciones, en un Estado soberano propio.


Por consiguiente nosotros, miembros del consejo del pueblo, representantes de la comunidad judía de Eretz Israel y del movimiento sionista, estamos reunidos aquí en el día de la terminación del Mandato Británico sobre Eretz Israel y, en virtud de nuestro derecho natural e histórico y basados en la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, PROCLAMAMOS EL ESTABLECIMIENTO DE UN ESTADO JUDÍO EN ERETZ ISRAEL, EL ESTADO DE ISRAEL.


DECLARAMOS que, desde el momento en que termina el Mandato, esta noche, víspera de Shabat, el 6 de iyar, 5708 (14 de mayo, 1948) y hasta el establecimiento de las autoridades electas y permanentes del estado, de acuerdo con la constitución que habrá de ser adoptada por la Asamblea Constituyente a ser elegida, a más tardar el 1º de octubre de 1948, el Consejo del Pueblo actuará en calidad de Consejo Provisional del Estado y su brazo ejecutivo, la Administración del Pueblo, será el Gobierno Provisional del estado judío, que se llamará "Estado de Israel".


EL ESTADO DE ISRAEL permanecerá abierto a la inmigración judía y el crisol de las diásporas; promoverá el desarrollo del país para el beneficio de todos sus habitantes; estará basado en los principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los profetas de Israel; asegurará la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo; garantizará libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura; salvaguardará los Lugares Santos de todas las religiones; y será fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas.


EL ESTADO DE ISRAEL está dispuesto a cooperar con las agencias y representantes de las Naciones Unidas en la implementación de la resolución de la Asamblea General del 29 de noviembre de 1947, y tomará las medidas necesarias para lograr la unión económica de toda Eretz Israel.


APELAMOS a las Naciones Unidas para que asistan al pueblo judío en la construcción de su Estado y a admitir al Estado de Israel en la familia de las naciones.


EXHORTAMOS - aun en medio de la agresión sangrienta que es lanzada en contra nuestra desde hace meses - a los habitantes árabes del Estado de Israel a mantener la paz y participar en la construcción del Estado sobre la base de plenos derechos civiles y de una representación adecuada en todas sus instituciones provisionales y permanentes.


EXTENDEMOS nuestra mano a todos los estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad, y los exhortamos a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío soberano asentado en su tierra. El Estado de Israel está dispuesto a realizar su parte en el esfuerzo común por el progreso de todo el Medio Oriente.


HACEMOS un llamado a todo el pueblo judío en la diáspora para que se congregue en torno de los judíos de Eretz Israel y lo secunde en las tareas de inmigración y construcción, y estén juntos en la gran lucha por la materialización del sueño milenario - la redención de Israel.


PONIENDO NUESTRA FE EN EL TODOPODEROSO, COLOCAMOS NUESTRAS FIRMAS A ESTA PROCLAMACION EN ESTA SESION DEL CONSEJO PROVISIONAL DEL ESTADO, SOBRE EL SUELO DE LA PATRIA, EN LA CIUDAD DE TEL AVIV, EN ESTA VISPERA DE SABADO, EL QUINTO DIA DE IYAR DE 5708 (14 DE MAYO DE 1948).


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